Hagamos el amor dije yo aquella fría noche, hagamos el amor, fue justo después de aquel mi primer precioso beso... e hicimos el amor... o eso yo pensé. Ella no pensó lo mismo.
Sigue retumbando en mi mente esa frase que horripila a cualquiera que, como yo, esté estructurado solamente por los sentimientos, por las sensaciones que se forman en el fondo del alma... ella dijo: “fue sólo una noche de calentura, como le puede pasar a cualquiera”.
Eso destruiría a cualquiera que tuviera sentimientos como yo los tenía hacia ella.
Eso me destruyó. Sigo mal.
Ya sé, sé que debo dejarla ir, dejar el pasado, pero ahora quiero poner énfasis en los sentimientos y las preguntas que se arrancan en la mente, en mi mente...
Recuerdo que mi ex psicólogo, un experto en suicidología (¡válgame Dios!) me dijo que, como método de catarsis más purificadora tendría que escribirle una carta o varias cartas de “despedida” a ella, que así el “luto” sería más llevadero.
Y digo luto porque como dijo: “tu situación se asemeja a como si te hubieran arrancado parte de vos, como si ella hubiera muerto, sólo que es más doloroso, porque está ahí, viva, hiriéndote” o algo así...
Pero esas cartas... no las quise escribir en su tiempo porque no quería aceptar el hecho de que ella ya se había casado, no podía aceptar la perdí sin haberla tenido.
Pues, como diría el poeta, “la tuve entre mis brazos sin ser mía, como agua en un cántaro sediento, como perfume que se fue en el viento y que vuelve en el viento todavía”.
Y sí, tengo que aceptarlo, pero, si no fue mía esa noche, entonces, ¿qué fue? ¿De quién?
Yo sí fui de ella por completo, pues me entregué por completo, total entero y todo.
Me pregunto al llegar a estas líneas si es que a alguien le importa, a quién le importa esto que escribo. ¿Tiene sentido seguir escribiendo?
¿Escribo al aire, al santo cohete? ¿Alguien más ha pasado por esto o soy el más extraño ser humano de este planeta?
A lo que quería llegar con estas palabras que se acercan a quejumbrosas es que NO es lo mismo. Hacer el amor no es -sólo- sexo, no es calentura.
Al hacer el amor uno entrega el alma, el espíritu, y también, claro está, el cuerpo, pero la diferencia entre tener sexo y hacer el amor está en que ni siquiera hace falta quitarse la ropa para hacer el amor.
Claro, es más “divertido” (?), por así decirlo, sin ropa, pero bueno, ¡incluso con sólo una mirada uno ya puede hacer el amor!
Y no hablo de miradas lujuriosas, hablo del simple coqueteo.
No es necesario desvestirse, una mirada, una caricia, una palabra... un simple susurro...
No fue solamente sexo lo de aquella noche, no fue solo calentura como dijo ella, fue más que eso.
No hay que tener miedo de enamorarse...
Oh, cuanta gente he conocido que en su vida jamás ha hecho el amor!
Al decir de un cantante: “tuve sexo mil veces pero nunca hice el amor”
Pero qué tristeza me da saber eso, saber que para los que conozco y los que me rodean incluso, y para muchos que no conozco pero sé que piensan así, que piensan que el sexo es todo, no han sentido “eso” especial que es el amor.
¿Sólo lo físico y nada más?
¡No!
¡Enamorarse! No hay que tener miedo a enamorarse. Uno sale herido, siempre, al menos en mi caso siempre salí herido, pero esas heridas las cura el tiempo y... también el amor. Y uno sale más fortalecido, sale más vivo y fuerte que nunca!
Claro, yo aún estoy en recuperación, sigo convaleciente (?)
A vos que estás leyendo estas palabras, te digo, no tengas miedo de enamorarte que es lo más maravilloso que existe, entrega tu alma y tu espíritu y ahí sabrás que es el amor...
Lo del cuerpo es pasajero. Lo del alma es eterno. El amor es eterno, hacerlo es divino.
Porque el amor no es sólo un sentimiento que pasa, es nuestra mismísima esencia eternizada en un beso, en una caricia, en una mirada... en un simple susurro...