¿Cómo salvar a su protegida? ¿Qué argumentos presentar en el juicio que inclinasen la balanza hasta la salvación?
El ángel buscaba y rebuscaba en la vida de su protegida y no encontraba nada que llevar a su argumentación. Hasta que, por fin, rebuscando y rebuscando se acordó de que un día había dado una cebolla a un pobre. Y así se lo dijo a Dios, cuando empezaba el juicio. Y Dios le dijo: “Muy bien, saca esa cebolla, dile que se agarre a ella y, si así sale del lago, será salvada.”
Voló precipitadamente el ángel, tendió a la mujer la vieja cebolla y ella se agarró de la planta con todas sus fuerzas. Y comenzó a salir a flote. Tiraba el ángel con toda delicadeza, no fuera su rabo a romperse. Y la mujer salía, salía. Pero fue entonces cuando otras almas, que también yacían en el lago, lo vieron. Y se agarraron a la mujer, a sus faldas, a sus piernas y brazos, y todas las almas salían, salían.
Pero a esta mujer, que nunca había sabido amar, comenzó a entrarle miedo, pensó que la cebolla no resistiría tanto peso y comenzó a patalear para liberarse de aquella carga inoportuna. Y, en sus esfuerzos, la cebolla se rompió. Y la mujer fue condenada.
Sí, basta una cebolla para salvar al mundo entero. Siempre que no la rompamos pataleando para salvarnos nosotros solitos.
P. José Luis Martín Descalzo
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