Una vez un primo mío me dijo:
- Victor... vos "demasiado mal" te enamorás.
¿Pero yo qué culpa tengo de enamorarme tan "mal"?
Y si... mucha gente se enamora y se enamora tan perdidamente que no ve lo que hay enfrente de uno.
Tristemente muchas chicas son lo que podrían llamarse "jugadoras", o "manipualdoras". Nos conquistan con su belleza, nos seducen con sus encantos y nos envían a la deriva o, peor aún, hacia el abismo.
Recuerdo que una vez leí en la Biblia la historia de una mujer que "sedujo" (en realidad el tipo se dejó seducir) al jefe del ejército enemigo y cuando el muy confiado se quedó dormido... ésta lo decapitó!.
Claro, en esa historia la chica era la buena aunque es posible dar la vuelta a la torta e invertir los papeles.
Recuerdo que cuando escribí este poema, recién ahí abrí los ojos. Recién ahí comprendí que lo que me hacía esta chica no era otra cosa más que jugar conmigo, jugar con mis sentimientos.
Pero eso no cambiaba lo que sentía, seguía amándola a pesar de que ella llamó a "lo nuestro" una "farsa". (!)
Aunque en aquel entonces yo seguía siendo un niño, un adolescente, aún así lo sentí hasta los tuétanos.
De esto aprendí que no hay que tener miedo a enamorarse "todo mal", sino que hay que tratar de que nuestro amor no sea un amor ciego, por lo menos dejemos un ojo abierto. Quizá sea tuerto ese amor, pero al menos no caeremos en el agujero del dolor una vez que la realidad nos dé un golpazo.
Aquí va la transcripción de aquel poema titulado "Últimas palabras"