07/10/09

¿De quién es la culpa?

El "Poema de la culpa" de José Ángel Buesa, describe con precisión la situación que viví hace poco más de dos años, y me saltan a la mente varias interrogantes al releer este poema maravilloso.

Y la verdad, no me siento culpable yo, pues ¿qué culpa tengo yo de haberme enamorado?

Y me enamoré tan fuerte, y me enamoré tan hondo, tan profundamente estaba yo enamorado que sólo sentía lo eso mismo que siento cuando me enamoro... sentir que vuelo, que me elevo y sentir que nada existe alrededor, sólo ella.

Sentir esa hoguera de aguas inquietas en el pecho, sentir un escalofrío electrizante de alegría... sucumbir ante su mirada serena y clara, ante los rayos de sol de sus cabellos, ante el recuerdo eternizado de su tibio y dulce beso...

Sentir que la vida misma se me escapa de las manos y voy al cielo sin al saber que está aquí, conmigo, a mi lado...

A continuación, la transcripción del poema de J. A. Buesa al cual me estoy refiriendo:

Poema de la culpa
Yo la amé, y era de otro, que también la quería.
Perdónala Señor, porque la culpa es mía.
Después de haber besado sus cabellos de trigo,
nada importa la culpa, pues no importa el castigo.

Fue un pecado quererla, Señor, y, sin embargo
mis labios están dulces por ese amor amargo.
Ella fué como un agua callada que corría ...
Su es culpa tener sed, toda la culpa es mía.

Perdónala Señor, tú que le diste a ella
su frescura de lluvia y esplendor de estrella.
Su alma era transparente como un vaso vacío:
Yo lo llené de amor. Todo el pecado es mío.

Pero, ¿cómo no amarla, si tu hiciste que fuera
turbadora y fragante como la primavera?
¿Cómo no haberla amado, si era como el rocío
sobre la yerba seca y ávida del estío?

Trataré de rechazarla, Señor, inutilmente,
como un surco que intenta rechazar el simiente.
Era de otro. Era de otro que no la merecía,
y por eso, en sus brazos, seguía siendo mía.

Era de otro, Señor, pero hay cosas sin dueño:
Las rosas y los ríos, y el amor y el ensueño.
Y ella me dió su amor como se da una rosa
como quien lo da todo, dando tan poca cosa...

Una embriaguez extraña nos venció poco a poco:
Ella no fue culpable, Señor ... ni yo tampoco!

La culpa es toda tuya, porque la hiciste bella
y me diste los ojos para mirarla a ella.
Si. Nuestra culpa es tuya, si es una culpa amar
y si es culpa de un río cuando corre hacia el mar.

Es tan bella, Senor, y es tan suave, y tan clara,
que sería pecado mayor si no la amara.

Y por eso, perdoname, Señor, porque es tan bella,
que tú, que hiciste el agua, y la flor, y la estrella,
tú, que oyes el lamento de este dolor sin nombre,
tu también la amarías, ¡si pudieras ser hombre!

Igual, sigo sin encontrar una respuesta convincente a mi pregunta... ¿de quién es la culpa?
La culpa NO es del Señor, ni de ella ni mía... la culpa simplemente fue... del destino... ¿será?
Pues, no, tampoco. Tal vez la responda en otra ocasión...